viernes, 10 de diciembre de 2010

La cena


Una araña trepa por el tronco de un árbol frondoso y fuerte.
Piensa quizás en lo que queda por recorrer y en lo recorrido. En la tela que tendrá que hacer, en las moscas que va a atrapar.
Suspira tal vez por cansancio, o de simple aburrimiento.
Sube, con ritmo suave, pero constante. Nada la detiene, un pequeño desvío y continúa.

La mosca zumba, tonta y distraída. El calor la daño. Se choca con las plantas, no deja de volar, aunque parece planear para detener la estampida.
Siente que no piensa en nada, pero un sudor frío le baña el cuerpo. Sabe el final, lo sabe pronto y letal.
Se enfrenta al tiempo que la convoca a la inmediatez del final o al zumbido distraído y pesado del verano.

Quisiera decidir. Piensa la mosca.
Quisiera decidir. Piensa la araña.

Una delicada trampa que se extiende entre las ramas.
Un zumbido silenciado. Unas alas azuladas.
La cena es inevitable.

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