miércoles, 30 de noviembre de 2011

Texto Surrealista - Artaud

Afuera es primavera,
los pájaros que vuelan,
la luz en la ventana
me despertaba...

Volver un poco al surrealismo, que me llena de energía en mañanas huecas de toda pasión...
Algo de Artaud, un texto publicado en "La Révolution Surréaliste", Nº 2 (1925)


El mundo fisíco todavía está allí. Es el parapeto del yo el que mira y sobre el cual ha quedado un pez color ocre rojizo, un pez hecho de aire seco, de una coagulación de agua que refluye.

Pero algo sucedió de golpe.

Nació una aborrecencia quebradiza, con reflejos de frentes, gastados, y algo como un ombligo perfecto, pero vago y que tenía color de sangre aguada y por delante era una granada que derramaba también sangre mezclada con agua, que derramaba sangre cuyas líneas colgaban; y en esas líneas, círculos de senos trazados en la sangre del cerebro.

Pero el aire era como un vacío aspirante en el cual ese busto de mujer venía en el temblor general, en las sacudidas de ese mundo vítreo, que giraba en añicos de frentes, y sacudía su vegetación de columnas, sus nidadas de huevos, sus nudos en espiras, sus montañas mentales, sus frontones estupefactos. Y, en los frontones de las columnas, soles habían quedado aprisionados al azar, soles sostenidos por chorros de aire como si fueran huevos, y mi frente separaba esas columnas, y el aire en copos y los espejos de soles y las espiras nacientes, hacia la línea preciosa de los seno, y el hueco del ombligo, y el vientre que faltaba.

Pero todas las columnas pierden sus huevos, y en la ruptura de la línea de las columnas nacen huevos en ovarios, huevos en sexos invertidos.

La montaña está muerta, el aire esta eternamente muerto. En esta ruptura decisiva de un mundo, todos los ruidos están aprisionados en el hielo; y el esfuerzo de mi frente se ha congelado.

Pero bajo el hielo un ruido espantoso atravesado por capullos de fuego rodea el silencio del vientre desnudo y privado de hielo, y ascienden soles dados vuelta y que se miran, lunas negras, fuegos terrestres, trombas de leche.

La fría agitación de las columnas divide en dos mi espíritu, y yo toco el sexo mío, el sexo de lo bajo de mi alma, que surge como un triángulo en llamas.




















domingo, 27 de noviembre de 2011

La persistencia del tiempo


"(...) el tiempo no se puede concebir sin el espacio, dice cada uno de mis cuadros. Mis relojes blandos no son sólo una imagen poética de la realidad, sino la definición más perfecta que puedan dar las más elevadas especulaciones matemáticas del espacio tiempo, porque mejor que una ecuación matemática los relojes blandos dan una definición de vida. Tiempo elevado a la máxima potencia."
Salvador Dalí, sobre "La persistencia de la memoria" (también llamado Los relojes blandos o El tiempo derretido), 1931, actualmente en el Museo de Arte Moderno de New York)


      El tiempo resulta en mis pobres circunvalaciones hacia mi misma uno de esos dolores intensos, agudos y persistentes. Es lo inasible y por tanto, doloroso; la agudeza se la da la misma belleza efímera y lujuriosa; la persistencia, para qué preguntarlo, el tiempo es exactamente la persistencia. 
      Y sin embargo, aún sabiendo que no es por esas rutas catastróficas por donde debiera dejar circular a mi mente, es inevitable, uno de esos tantos inevitables que a esta altura resultan hasta pozos acolchonados, de tan conocidos.
     Las especulaciones sumadas a la procastinación, los días corriendo como cataratas inmunes a cualquier pedido de piedad, las horas muertas, dormidas, revueltas entre el calor estival de un Buenos Aires tropical. 
      A veces creo que todo podría solucionarse poniendo predicado en las oraciones, quiero decir, intentando dejar de hacer una descripción y narrar, aunque eso sería contar y un poco me espanta ser contadora. Predicar sobre tantas cosas, creo que sólo quiero oir alguna vez algún silencio, aún cuando sea artificial. 
    El punto es que de cualquier manera, el tiempo continua siendo, fue, será. Maldito esquema mental, cavilaciones inútiles, intelectualidades berretas por no poder ser sólo un poco de vida (comer,amar, rezar).



martes, 15 de noviembre de 2011

Algo de Rilke


Quién sabe porqué los poetas malditos tienen algo de benditos, en esa fluctuación de idas y venidas hacia los pensamientos que se piensan poéticos. Puro meta-pensamiento, al fin y al cabo, en algo de eso se va gran parte de mi vida.
Leí en Página/12 que esta semana hay una muestra sobre Tsvietaieva, y en algo del cuerpo de la nota, algo sobre Rilke, y me acordé de ese hermoso libro, Cartas a un joven poeta; y encontré, como siempre al abrirlo, algo que me gustó.
Acá queda, un extracto de la Carta Número 1:

"(...) Pregunta si sus versos son buenos. Me lo pregunta a mí. Antes lo ha preguntado a otros. Los envía a revistas. Los compara con otros poemas, se inquieta cuando ciertas editoriales rechazan sus intentos. Ahora (ya que me ha autorizado a aconsejarle), ahora le pido que deje todo esto. Usted mira hacia fuera y precisamente esto, en este momento, no le es lícito. Nadie puede aconsejarle ni ayuarle, nadie. Sólo hay un medio. Entre en sí mismo. Investigue el fundamente de lo que usted llama escribir; compruebe si está enraizado en los más profundo de su corazón; confiésese a sí mismo si se moriría irremisiblemente en el caso de que se le impidiera escribir. Sobre todo, pregúntese en la hora más callada de su noche: ¿Debo escribir? Excave en sí mismo en busca de una respuesta que venga de lo profundo. Y si de allí recibiera una respuesta afirmativa, si le fuera permitido responder a esta seria pregunta con un fuerte y sencillo "debo", construya su vida en función de tal necesidad; su vida, incluso en las horas más indiferentes e insignificantes, ha de ser un signo y un testimonio de ese impulso. Después, aproxímese a la naturaleza e intente decir como el primer hombre qué ve y experimenta, qué ama y pierde (...)"

(Cartas a un joven poeta, Carta 1, Rainer María Rilke)

viernes, 11 de noviembre de 2011

Gelman I


Tal vez bajo del pelo, bajo el párpado,
bajo humos, sábados, paredes, trajes,
aymeduelen, vecinos, hastaluegos,
guarda la gente un poco de ternura.

Es tal vez bajo el ala del sombrero
o tal vez en la mano, en su pañuelo,
donde la gente suele atardecer
cuando la tarde es cruel como un cuchillo.

Y si no, ¿cómo explica su mejilla?
¿Y cómo explica su continuo andar,
reír, pelear, me digo, cómo explica,
si esto pega tan duro en el estómago?

Tal vez bajo la noche,
la gente saca su ternura a ver
si algo le han dado, si algo le ha dolido,
charla un poco, desteje su cansancio,
suelta un pájaro y sueña hasta mañana.

(De "Violín y otras cuestiones")

jueves, 10 de noviembre de 2011

Descargate el Libro de Adrián Paenza ¿Cómo, esto también es matemática?


Descargate el Libro de Adrián Paenza ¿Cómo, esto también es matemática? 

¿Cómo, esto también es matemática?
¡Todo es matemática! Máquinas tragamonedas,
claves secretas, laberintos, puentes flexibles
y moscas que vuelan rápido como trenes.

Si uno pregunta la solución de un problema, el conocimiento NO
permanece. Es como si uno lo hubiera pedido prestado. En cambio,
si lo piensa uno, es como haberlo adquirido para siempre.

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