sábado, 17 de agosto de 2013

Oscuridades

La historia contrafáctica es como un vicio inútil y doloroso cuando es la historia personal la que se pone en juego. Pero en el mismo sentido de la propia locura es a veces inevitable pensar cómo hubieran sido las cosas de haber sido otras. Y tener dolores de tiempos tan viejos, leer papelitos amarillos con pedacitos de cinta scotch de haber sido pegados en espejos de hace tanto tiempo atrás... y tener angustia de soledad perpetua, y tener hachazos en la garganta hasta enmudecer. Y sentir dolores de panza de los espasmos de la tristeza infinitamente ácida.
Y querer cerrar los ojos y despertarse diez años atrás y hacer todo diferente.
Y no solo no poder cerrar los ojos, como si fuese un castigo, no poder dejar de tenerlos abiertos.
Casi sin aire, por angustias tardías, lejanas, perdidas. Y un frío que no se va con ninguna manta.
Cómo llega el dolor añejo a ser tan real y actual? Cuándo se cierran las heridas? Qué queda por hacer, por decir? Cuántas sonrisas más para curar las lágrimas?