martes, 17 de agosto de 2010

Ser o devenir -como si pudieran ser opuestos, maldita dialéctica-


Algunos días parecen nublados por fuera y suaves por dentro.
Como si las nubes pudieran realmente ser copos de algodón, o esos-cositos-que-comen-los-chicos-en-los-parques.

Las nubes podrían ser cualquier cosa, de hecho. Yo he visto nubes-elefantes, nubes-jirafas, nubes-bicho-bolita y muchas más.

El problema es cuando la nube es por ejemplo una nube enfundada de tormenta. Y el día deja de ser nublado para ser tormentoso. Nadie está preocupado cuando el día se torna día-elefantesco (quizás dantesco) o día-jirafales. Pero a todos se les frunce el ceño cuando es día-tormentoso.

Y la nube-tormenta no sabe ser elefante, jirafa, ni siquiera hipopótamo.
Yo creo que sabe ser otras cosas, de todos modos, debe saber ser nube-murciélago y hasta nube-vampiro… pero nada de nube-trébol o colibrí; por pensar en esas cosas que convidan a la gente a sonreír.

Las nubes de este día casi están escondidas, no por miedo o por juego, como nos escondemos nosotros; yo creo que más bien por aburrimiento.

Algo me dice que no las divierte cambiar siempre de forma, ni el mismo río, ni el mismo hombre, Heráclito amigo, aunque un rato deben de querer estar un poco a lo Parménides… quién dice…

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