miércoles, 26 de octubre de 2011

Perpetua



Una vez más, quisiera ser poeta y tener palabras, que esas emociones que salen por el cuerpo, que se amontonan en revoloteos de mariposas en la garganta; puedan ser palabras.
La alegría es extraña, porque es una alegría basada en tristeza que viene de ser hijos de la historia.

Después de más de 30 años, saber que los jirones de piel picaneada, que los úteros arañados, que los muertos sin tumba que permanecen entre nosotros; están impregnados en el olor de esos señores. En sus hálitos, debajo de sus uñas pudras, entre su respiración y nuestro aire. En sus cafés manchados, en sus comidas de harina y cartón, en sus dientes gastados de apretarse de odio. Eso que no se lava, que no se limpia, que no sale nunca de esos cuerpos repugnantes de señores.

Que puedo tener una luz de esperanza en la justicia, no en la divina, en la que nos hace querer vivir juntos, en la que nos deja sentir la paz común, y común no es sólo cotidiano, es de a varios, es sentirme un poco más cerca por un lazo invisible.

Sigue un temblor, la alegría fría que corre por el cuerpo, la tristeza cálida que se calma en una bella sensación de creer en la vida, en la paz, en el amor. Eso es justicia, eso también es justicia social, compañeros.


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