El miedo no es bobo, el susto tampoco.
Sé que la fragilidad es la parte que más me asusta de la locura.
Sé que me sumerjo en aguas profundas a nadar despacio sin horas ni tiempos que clamen por la presencia de un ausente presente hasta el hartazgo de la eternidad misma.
Las voces que llamen no serán nunca las mismas, las palabras sin embargo… parecen grabadas, tortuosas, en las palmas de sus manos.
Los ojos que no miran, ni ven ni hacen daño, ni sienten sigilosa a la presa que se acerca, las miradas en cambio, que cambian de epopeya, que sueñan caracoles en un mar de destierros inútiles, son siempre inmutables, aunque bellas.
Música de aromas distinguidos de su especie. Caminos de piedras coloridas que riman en un soneto tardío, jamás leído, jamás escrito.
Cartas de amores desencontrados, espacios blancos de torres negras. Alfiles que levantan rituales danzados sin pies ni manos ni agua ni aire.
Caminos hermanados, corazas sin sueños de papel ni de cartón, ni de nada que las salve de dejar de ser lo que son. Caminos que sinuosos, despiertan multitudes de preguntas dolientes, de respuestas brillantes de sangre y barro. Se caminan amargos con las voces grabadas, con los ojos bien ciegos de huecos incendiados, con la música sorda de poemas no dichos, con la sabia paciencia de quien conoce lo estéril de esa tierra.
Sé que me sumerjo en aguas profundas a nadar despacio sin horas ni tiempos que clamen por la presencia de un ausente presente hasta el hartazgo de la eternidad misma.
Las voces que llamen no serán nunca las mismas, las palabras sin embargo… parecen grabadas, tortuosas, en las palmas de sus manos.
Los ojos que no miran, ni ven ni hacen daño, ni sienten sigilosa a la presa que se acerca, las miradas en cambio, que cambian de epopeya, que sueñan caracoles en un mar de destierros inútiles, son siempre inmutables, aunque bellas.
Música de aromas distinguidos de su especie. Caminos de piedras coloridas que riman en un soneto tardío, jamás leído, jamás escrito.
Cartas de amores desencontrados, espacios blancos de torres negras. Alfiles que levantan rituales danzados sin pies ni manos ni agua ni aire.
Caminos hermanados, corazas sin sueños de papel ni de cartón, ni de nada que las salve de dejar de ser lo que son. Caminos que sinuosos, despiertan multitudes de preguntas dolientes, de respuestas brillantes de sangre y barro. Se caminan amargos con las voces grabadas, con los ojos bien ciegos de huecos incendiados, con la música sorda de poemas no dichos, con la sabia paciencia de quien conoce lo estéril de esa tierra.
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