Hace unas noches soñé que estábamos en París. Bueno, estábamos es siempre una forma de decir... estaba, estábamos, mis fantasmas y yo. Sin embargo, dejaba a los fantasmas por ahí porque no querían perderse caminando por las callecitas estrechas que aún no vi, pero que transitaba pavorosa de ansias de perderme y encontrarme en cada esquina redonda, en cada mar de gente bajo la lluvia.
Desde que te soñé, París, te escucho en cada sombra de poesía que aparece por ahí, hasta en los cruces insensatos que atravieso sin mirar semáforos.
Te encontraré en breve, espero. Ansío, deseo.
Quisiera ser Helena, querido París; y esperar tu rescate.
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