Aquella oda a la brevedad no era más que la sabiduría transgeneracional, o quizás, el juego pendular de la experiencia, que avisa pero no impide, muestra pero no grita, aún cuando el grito fuera murmullo.
Las delicadas flores de aquella planta que las deja vivir sólo un día, sólo en tanto exista sol, sólo el exacto, minucioso tiempo de la pequeña partida*.
Las partituras rotas de las canciones bailadas en círculos mágicos; trinos.
La prisa envuelve a la brevedad y la ensombrece. Y la vida la arrasa y hay que volver a despertarse, que cuando los sueños se alargan se vuelven pesadillas.
Será inicio, nudo o desenlace? Quién lo sabe?
Siempre se sabe cuando la partida acabó, o llegó.
*Partida es al mismo tiempo juego y largada. Curioso lenguaje.
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