lunes, 21 de marzo de 2011

Fukushima nunca más


Navegando en el blog de Emir Sader encontré un artículo muy interesante, y me decidí a traducirlo.
Imagino que la traducción no es del todo buena, pero me pareció legible.

Dejo el link al artículo original (en portugués): http://www.cartamaior.com.br/templates/materiaMostrar.cfm?materia_id=17559

Y el artículo en español:

¡Fukushima nunca mais!

Carlos Walter Porto-Gonçalves

Sólo la creencia acrítica en la capacidad del sistema técnico de controlar el mundo puede explicar el hecho de que un país como Japón, situado en el cinturón de fuego de contacto de innumerables placas tectónicas, tenga nada más ni nada menos que 55 reactores nucleares, como si eso fuera un detalle. Y vea que la palabra tsunami inventada por los japoneses antes de la era científica y tecnológica, fue simplemente olvidada tal vez porque las aguas no pudieron ser tan fácilmente controladas por la ingeniería.


Durante años científicos y activistas denunciaron los males del DDT, el agente naranja y otros subproductos de la industria militar en la “guerra contra las plagas”, en fin, en la “lucha por la dominación de la naturaleza”, particularmente en el mundo de la agricultura y la ganadería.

El argumento de que esos científicos y activistas estaban contra el progreso fue blandido hasta el paroxismo por un exitoso lobby de las corporaciones del complejo industrial-financiero-mediático-militar, nueva forma compleja de burguesía, característica de un capitalismo cada vez más complejo (Casanova, 2005). Basta acceder al site de ABAG –Asociación brasilera de agribusiness- en particular al link de los socios de ABAG y ahí tenemos la composición de ese nuevo bloque de poder que se reproduce en Brasil, con la especificidad de juntar las viejas y actuales oligarquías latifundistas. Pues bien, la vaca se volvió loca, el pollo y el chancho se engriparon, colocando en riesgo la salud humana en nombre de ese complejo de poder que se nutre del mito de “dominar la naturaleza”.
Entonces, la idea de dominación de la naturaleza es en sí misma una profecía que no se puede cumplir en la propia medida en que dominar es hacer que alguien o cualquier otro ser no haga aquello que quiere sino aquello que otro quiere que haga. Asi, los pueblos, etnias, clases, géneros o la naturaleza, en la medida que sean dominados, están siendo sometidos no a lo que son, más a aquello que se quiere que sean. En el mundo contemporáneo en el que la ciencia y su subproducto, la tecnología, son instrumentos en busca de aumento de la productividad teniendo en vista la acumulación de capital, se produce un dislocamiento de la promesa iluminista, de que la razón debería substituir a la religión en nombre de la emancipación humana. Esa promesa fue compartida también por una corriente hegemónica, en el seno del pensamiento de izquierda que ignoró una de las más importantes contribuciones de Marx para el análisis histórico, aquello que no puede disociarse ningún fenómeno de su contexto, en suma, de la totalidad de las relaciones sociales (y de poder).

Así como se dice que “el derecho no tiene historia” puesto que son los hombres y las mujeres en la conformaciòn de sus relaciones sociales y de poder que lo conforman, lo mismo se da con el mundo técnico-científico. Marx nos dio una bella demostración de esa tesis con su crìtica a Malthus y su “ley general de población” donde la producción de alimentos aumentaría en una progresión aritmética y el crecimiento de la población en una progresión geométrica. Así como no hay ley de población que escape a las formaciones sociales que las engendran, no hay ley histórica de desenvolvimiento de las fuerzas productivas fuera de las relaciones sociales de poder.

La ciencia y la tecnología cada vez más son capturadas por el mundo de los negocios, por el mundo del capital, el que Milton Santos llamó “medio técnico-científico-informacional” para caracterizar al espacio geográfico contemporaneo. Como bien señalara el geógrafo brasilero, un objeto técnico difiere de un objeto natural por ser un objeto impregnado de intencionalidad, o sea, busca ser un objeto perfecto en el sentido de un objeto previamente hecho para controlar los efectos de sus acciones. Ocurre que el mundo no es pasivo ni mero objeto de los deseos de los que manejan esos objetos. El calentamiento global, por ejemplo, es el efecto no deseado de una matriz energética que así como Prometeo, quiso encadenar al fuego, pero se olvidó de la ley de entropía. Pensó que inventar el termostato era suficiente para que el motor debidamente programado en una variacion máxima y mínima de temperatura no calentase, y así, disipase la energía bajo la forma de calor y dejase de trabajar. ¡La naturaleza no tiene termostato!

En fin, el paradigma científico de matriz eurocéntrica está fundado en el mito que está al servicio de la acumulación de capital, que es el contexto en el que se viene desenvolviendo cada vez más. En un mundo donde la riqueza se cree mensurable cuantitativamente (dinero) los números no tienen límites, y así no habría límites para la intervención en el mundo (natural y social). La idea de crecimiento, subyacente a la del desenvolvimiento económico, aunque siempre atenuada por sus defensores, muestra por todos lados sus límites. Aclárese, antes que algún gestor bien intencionado intente decir cuáles son los límites, que límite, en lo que concierne a la política, es el arte de definir los límites y la democracia es cuando todos participan.

Sabemos de los esfuerzos muy bien intencionados, de los que se dedican a la seguridad de las plantas de las usinas nucleares, de las refinerías y de los pozos de petróleo, de los sistemas de navegación aérea, todos sistemas de alta complejidad. Una de las características más relevantes de los sistemas de alta complejidad es su imprevisibilidad.

Así, caminamos en una paradoja: cuanto más introducimos una nueva variable, que bien puede ser una novedad sobre un accidente aéreo, en un sistema complejo, más él se aproxima a la realidad que, a su vez, es el mundo en su imprevisibilidad.

Sólo la creencia acrítica en la capacidad del sistema técnico de controlar el mundo puede explicar el hecho de que un país como Jaópn, situado en el cinturón de fuego de contacto de innumerables placas tectónicas, tenga nada más ni nada menos que 55 reactores nucleares, como si eso fuera un detalle. Y vea que la palabra tsunami inventada por los japoneses antes de la era científica y tecnológica, fue simplemente olvidada tal vez porque las aguas no pueden ser tan fácilmente controladas por la ingeniería. Recordemos que las primeras noticias de terremotos y tsunamis que recientemente afectaron a Japón, vehiculizadas por los interesados medios de comunicación, buscaban tranquilizarnos en la tradición arquitectónica de los japoneses de construir edificios que se mueven pero que no se caen. Hasta que tuvimos que asistir al trágico espectáculo de muertos, o de casas y edificios completamente destruídos y otros, enteros, flotando en las aguas. Y, peor, de saber que reactores, como los de Fukushima fueron damnificados y tantas vidas estarán amenazadas por décadas.

Basta de “vacas locas”, de gripe de pollo, de gripe aviar, de DDT y de agente naranja que matan. Basta de una ciencia sin consciencia. Que el conocimiento deje de ser la caja negra protegida por el sigilo comercial de la propiedad privada. Que se escuchen otras matrices de conocimiento que se forjaron con la naturaleza y no contra ella, como la de los campesinos, la de los pueblos originarios y no se desperdicien esas experiencias. Que el sufrimiento de esas familias nos ilumine en esa dirección. Hiroshima y Fukushima nunca más.


1 comentario:

  1. Te sigo changa, porque el nombre cortazariano de tu blog me cae bien. ¡Bien por la traducción, se agradece el esfuerzo!

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